jueves, 1 de mayo de 2014

Fragmento para los estudiantes de 5to año.




Alocución a la Poesía  Bustamante Aury
Divina poesía,
tú, de la soledad habitadora,
a consultar tus cantos enseñada
con el silencio de la selva umbría;
tú, a quien la verde gruta fue morada,
y el eco de los montes compañía;
tiempo es que dejes ya la culta Europa,
que tu nativa rustiquez desama,
y dirijas el vuelo adonde te abre
el mundo de Colón su grande escena.
También propicio allí respeta el cielo
la simple verde rama
con que al valor coronas;
también allí la florecida vega,
el bosque enmarañado, el sesgo río,
colores mil a tus pinceles brinda;
y céfiro revuelto entre las rosas;
y fúlgidas estrellas
tachonan la carroza de la noche;
y el Rey del cielo, entre cortinas bellas
de nacaradas nubes, se levanta,
y la avecilla en no aprendidos tonos
con dulce pico endechas de amor canta.
¿Qué a ti, silvestre ninfa, son las pompas
de dorados alcázares reales?
¿A tributar también irás con ellos,
en medio de la turba cortesana,
el torpe incienso de servil lisonja?
No tal te vieron tus más bellos días
cuando en la infancia de la gente humana,
maestra de los pueblos y los reyes,
cantaste al mundo las primeras leyes.



Alocución a la Poesía  Veliz Génesis

No te detenga, ¡oh diosa!,
esta región de luz y de miseria,
en donde tu ambiciosa
rival Filosofía,
que la virtud a cálculo somete,
de los mortales te ha usurpado el culto;
donde la coronada hidra amenaza
traer de nuevo al pensamiento esclavo
la antigua noche de barbarie y crimen;
donde la libertad, vano delirio,
fe la servilidad, grandeza el fasto,
la corrupción cultura se apellida:
descuelga de la encina carcomida
tu dulce lira de oro, con que un tiempo
los prados y las flores, el susurro
de la floresta opaca, el apacible
murmurar del arroyo transparente,
las gracias atractivas
de natura inocente
a los hombres cantaste embelesados;
y sobre el vasto Atlántico tendiendo
las vigorosas alas, a otro cielo,
a otro mundo, a otras gentes te encamina,
do viste aún su primitivo traje
la tierra, al hombre sometida apenas;
y las riquezas de los climas todos,
América, del sol joven esposa,
del antiguo océano hija postrera
en su seno feraz cría y esmera.

Silva a la Agricultura de la zona Tórrida  Reinoza Mily


¡Salve, fecunda zona, 
que al sol enamorado circunscribes 
el vago curso, y cuanto ser se anima 
en cada vario clima, 
acariciada de su luz, concibes! 
Tú tejes al verano su guirnalda 
de granadas espigas; tú la uva 
das a la hirviente cuba; 
no de purpúrea fruta, o roja, o gualda, 
a tus florestas bellas 
falta matiz alguno; y bebe en ellas 
aromas mil el viento; 
y greyes van sin cuento 
paciendo tu verdura, desde el llano 
que tiene por lindero el horizonte, 
hasta el erguido monte, 
de inaccesible nieve siempre cano. 
Tú das la caña hermosa, 
de do la miel se acendra, 
por quien desdeña el mundo los panales; 
tú en urnas de coral cuajas la almendra 
que en la espumante jícara rebosa; 
bulle carmín viviente en tus nopales, 
que afrenta fuera al múrice de Tiro; 
y de tu añil la tinta generosa 
émula es de la lumbre del zafiro. 
El vino es tuyo, que la herida agave 
para los hijos vierte 
del Anahuac feliz; y la hoja es tuya, 
que, cuando de suave 
humo en espiras vagorosas huya, 
solazará el fastidio al ocio inerte. 

Silva a la Agricultura de la zona Tórrida  Medina Edward

Tú vistes de jazmines 
el arbusto sabeo, 
y el perfume le das, que en los festines 
la fiebre insana templará a Lico. 
Para tus hijos la procera palma 
su vario feudo cría, 
y el ananás sazona su ambrosía; 
su blanco pan la yuca; 
Y el algodón despliega al aura leve 
las rosas de oro y el vellón de nieve. 
Tendida para ti la fresca parcha 
en enramadas de verdor lozano, 
cuelga de sus sarmientos trepadores 
nectáreos globos y franjadas flores; 
y para ti el maíz, jefe altanero 
de la espigada tribu, hincha su grano; 
y para ti el banano 
desmaya al peso de su dulce carga; 
el banano, primero 
de cuantos concedió bellos presentes 
Providencia a las gentes 
del ecuador feliz con mano larga. 
No ya de humanas artes obligado 
el premio rinde opimo; 
no es a la podadera, no al arado 
deudor de su racimo; 
escasa industria bástale, cual puede 
hurtar a sus fatigas mano esclava; 
crece veloz, y cuando exhausto acaba, 
adulta prole en torno le sucede.

Silva a la Agricultura de la zona Tórrida  Sánchez Edwing

Mas ¡oh! ¡Si cual no cede 
el tuyo, fértil zona, a suelo alguno, 
y como de natura esmero ha sido, 
de tu indolente habitador lo fuera! 
¡Oh! ¡Si al falaz ruido, 
la dicha al fin supiese verdadera 
anteponer, que del umbral le llama 
del labrador sencillo, 
lejos del necio y vano 
fasto, el mentido brillo, 
el ocio pestilente ciudadano! 
¿Por qué ilusión funesta 
aquellos que fortuna hizo señores 
de tan dichosa tierra y pingüe y varia, 
el cuidado abandonan 
y a la fe mercenaria 
las patrias heredades, 
y en el ciego tumulto se aprisionan 
de míseras ciudades, 
do la ambición proterva 
sopla la llama de civiles bandos, 
o al patriotismo la desidia enerva;
Do el lujo las costumbres atosiga,
Y combaten los vicios 
la incauta edad en poderosa liga? 
No allí con varoniles ejercicios 
se endurece el mancebo a la fatiga; 
mas la salud estraga en el abrazo 
de pérfida hermosura, 
que pone en almoneda los favores;

Silva a la Agricultura de la zona Tórrida  Cárdenas Diana
Mas pasatiempo estima 
prender aleve en casto seno el fuego 
de ilícitos amores; 
o embebecido le hallará la aurora 
en mesa infame de ruinoso juego. 
En tanto a la lisonja seductora 
del asiduo amador fácil oído 
da la consorte; crece 
en la materna escuela 
de la disipación y el galanteo 
la tierna virgen, y al delito espuela 
es antes el ejemplo que el deseo.
Es antes el ejemplo que el deseo. 
¿Y será que se formen de ese modo 
los ánimos heroicos denodados 
que fundan y sustentan los estados? 
¿De la algazara del festín beodo, 
o de los coros de liviana danza, 
la dura juventud saldrá, modesta, 
orgullo de la patria, y esperanza? 
¿Sabrá con firme pulso 
de la severa ley regir el freno; 
brillar en torno aceros homicidas 
en la dudosa lid verá sereno; 
o animoso hará frente al genio altivo 
del engreído mando en la tribuna, 
aquel que ya en la cuna 
durmió al arrullo del cantar lascivo, 
que riza el pelo, y se unge, y se atavía 
con femenil esmero, 

Silva a la Agricultura de la zona Tórrida  Ángel Rosbelis

Y en indolente ociosidad el día, 
o en criminal lujuria pasa entero? 
No así trató la triunfadora Roma 
las artes de la paz y de la guerra; 
antes fió las riendas del estado 
a la mano robusta 
que tostó el sol y encalleció el arado; 
y bajo el techo humoso campesino 
los hijos educó, que el conjurado 
mundo allanaron al valor latino. 
¡Oh! ¡los que afortunados poseedores 
habéis nacido de la tierra hermosa, 
en que reseña hacer de sus favores, 
como para ganaros y atraeros, 
quiso Naturaleza bondadosa! 
Romped el duro encanto 
que os tiene entre murallas prisioneros. 
El vulgo de las artes laborioso, 
el mercader que necesario al lujo 
al lujo necesita, 
los que anhelando van tras el señuelo 
del alto cargo y del honor ruidoso, 
la grey de aduladores parasita, 
gustosos pueblen ese infecto caos; 
el campo es vuestra herencia; en él gozaos. 
¿Amáis la libertad? El campo habita, 
o allá donde el magnate 
entre armados satélites se mueve, 
y de la moda, universal señora, 
va la razón al triunfal carro atada, 

Silva a la Agricultura de la zona Tórrida  Giménez Jefferson

Y a la fortuna la insensata plebe, 
y el noble al aura popular adora. 
¿O la virtud amáis? ¡Ah, que el retiro, 
la solitaria calma 
en que, juez de sí misma, pasa el alma 
a las acciones muestra, 
es de la vida la mejor maestra! 
¿Buscáis durables goces, 
felicidad, cuanta es al hombre dada 
y a su terreno asiento, en que vecina 
está la risa al llanto, y siempre, ¡ah! siempre 
donde halaga la flor, punza la espina? 
Id a gozar la suerte campesina; 
la regalada paz, que ni rencores 
al labrador, ni envidias acibaran;
La cama que mullida le preparan 
el contento, el trabajo, el aire puro; 
y el sabor de los fáciles manjares, 
que dispendiosa gula no le aceda; 
y el asilo seguro 
de sus patrios hogares 
que a la salud y al regocijo hospeda. 
El aura respirad de la montaña, 
que vuelve al cuerpo laso 
el perdido vigor, que a la enojosa 
vejez retarda el paso, 
y el rostro a la beldad tiñe de rosa.

Silva a la Agricultura de la zona Tórrida  Del Valle Albert
¿Es allí menos blanda por ventura 
de amor la llama, que templó el recato? 
¿O menos aficiona la hermosura 
que de extranjero ornato 
y afeites impostores no se cura? 
¿O el corazón escucha indiferente 
el lenguaje inocente 
que los afectos sin disfraz expresa, 
y a la intención ajusta la promesa? 
No del espejo al importuno ensayo 
la risa se compone, el paso, el gesto; 
ni falta allí carmín al rostro honesto 
que la modestia y la salud colora, 
ni la mirada que lanzó al soslayo 
tímido amor, la senda al alma ignora. 
¿Esperaréis que forme 
más venturosos lazos himeneo, 
do el interés barata, 
tirano del deseo, 
ajena mano y fe por nombre o plata, 
que do conforme gusto, edad conforme, 
y elección libre, y mutuo ardor los ata? 
Allí también deberes 
hay que llenar: cerrad, cerrad las hondas 
heridas de la guerra; el fértil suelo, 
áspero ahora y bravo, 
al desacostumbrado yugo torne 
del arte humana, y le tribute esclavo. 

Silva a la Agricultura de la zona Tórrida Uribe Victoria

Del obstruido estanque y del molino 
recuerden ya las aguas el camino; 
el intrincado bosque el hacha rompa, 
consuma el fuego; abrid en luengas calles 
la oscuridad de su infructuosa pompa.
Abrigo den los valles 
a la sedienta caña; 
la manzana y la pera 
en la fresca montaña 
el cielo olviden de su madre España; 
adorne la ladera 
el cafetal; ampare 
a la tierna teobroma en la ribera 
la sombra maternal de su bucare ; 
aquí el vergel, allá la huerta ría... 
¿Es ciego error de ilusa fantasía? 
Ya dócil a tu voz, agricultura, 
nodriza de las gentes, la caterva 
servil armada va de corvas hoces. 
Mírola ya que invade la espesura 
de la floresta opaca; oigo las voces, 
siento el rumor confuso; el hierro suena, 
los golpes el lejano 
eco redobla; gime el ceibo anciano, 
que a numerosa tropa 
largo tiempo fatiga; 
batido de cien hachas, se estremece, 
estalla al fin, y rinde el ancha copa. 

Silva a la Agricultura de la zona Tórrida Dos Santos Yuliana

Huyó la fiera; deja el caro nido, 
deja la prole implume 
el ave, y otro bosque no sabido 
de los humanos va a buscar doliente... 
¿Qué miro? Alto torrente 
de sonorosa llama 
corre, y sobre las áridas ruinas 
de la postrada selva se derrama. 
El raudo incendio a gran distancia brama, 
y el humo en negro remolino sube, 
aglomerando nube sobre nube. 
Ya de lo que antes era 
verdor hermoso y fresca lozanía, 
sólo difuntos troncos, 
sólo cenizas quedan; monumento 
de la lucha mortal, burla del viento. 
Mas al vulgo bravío 
de las tupidas plantas montaraces, 
sucede ya el fructífero plantío 
en muestra ufana de ordenadas haces. 
Ya ramo a ramo alcanza, 
y a los rollizos tallos hurta el día; 
ya la primera flor desvuelve el seno, 
bello a la vista, alegre a la esperanza; 
a la esperanza, que riendo enjuga. 
Del fatigado agricultor la frente, 
y allá a lo lejos el opimo fruto, 
y la cosecha apañadora pinta, 
que lleva de los campos el tributo, 
colmado el cesto, y con la falda en cinta, 

Silva a la Agricultura de la zona Tórrida Polanco Stephani

Y bajo el peso de los largos bienes 
con que al colono acude, 
hace crujir los vastos almacenes. 
¡Buen Dios! no en vano sude, 
mas a merced y a compasión te mueva 
la gente agricultora 
del ecuador, que del desmayo triste 
con renovado aliento vuelve ahora, 
y tras tanta zozobra, ansia, tumulto, 
tantos años de fiera 
devastación y militar insulto, 
aún más que tu clemencia antigua implora. 
Su rústica piedad, pero sincera, 
halle a tus ojos gracia; no el risueño 
porvenir que las penas le aligera, 
cual de dorado sueño 
visión falaz, desvanecido llore; 
intempestiva lluvia no maltrate 
el delicado embrión; el diente impío 
de insecto roedor no lo devore; 
sañudo vendaval no lo arrebate, 
ni agote al árbol el materno jugo 
la calorosa sed de largo estío. 
Y pues al fin te plugo, 
árbitro de la suerte soberano, 
que, suelto el cuello de extranjero yugo, 
erguiese al cielo el hombre americano, 
bendecida de ti se arraigue y medre 
su libertad; en el más hondo encierra 
de los abismos la malvada guerra, 

Silva a la Agricultura de la zona Tórrida Rondón Brenda

Y el miedo de la espada asoladora 
al suspicaz cultivador no arredre 
del arte bienhechora, 
que las familias nutre y los estados; 
la azorada inquietud deje las almas, 
deje la triste herrumbre los arados. 
Asaz de nuestros padres malhadados 
expiamos la bárbara conquista. 
¿Cuántas doquier la vista 
no asombran erizadas soledades, 
do cultos campos fueron, do ciudades? 
De muertes, proscripciones, 
suplicios, orfandades, 
¿quién contará la pavorosa suma? 
Saciadas duermen ya de sangre ibera 
las sombras de Atahualpa y Moctezuma. 
¡Ah! desde el alto asiento, 
en que escabel te son alados coros 
que velan en pasmado acatamiento 
la faz ante la lumbre de tu frente, 
(si merece por dicha una mirada 
tuya la sin ventura humana gente), 
el ángel nos envía, 
el ángel de la paz, que al crudo ibero 
haga olvidar la antigua tiranía, 
y acatar reverente el que a los hombres 
sagrado diste, imprescriptible fuero; 
que alargar le haga al injuriado hermano, 
(¡ensangrentó la asaz!) la diestra inerme; 
y si la innata mansedumbre duerme, 
la despierte en el pecho americano. 

Silva a la Agricultura de la zona Tórrida  González Andrimar

El corazón lozano 
que una feliz oscuridad desdeña, 
que en el azar sangriento del combate 
alborozado late, 
y codicioso de poder o fama, 
nobles peligros ama; 
baldón estime sólo y vituperio 
el prez que de la patria no reciba, 
la libertad más dulce que el imperio, 
y más hermosa que el laurel la oliva. 
Ciudadano el soldado, 
deponga de la guerra la librea; 
el ramo de victoria 
colgado al ara de la patria sea, 
y sola adorne al mérito la gloria. 
De su triunfo entonces, Patria mía, 
verá la paz el suspirado día; 
la paz, a cuya vista el mundo llena 
alma, serenidad y regocijo; 
vuelve alentado el hombre a la faena, 
alza el ancla la nave, a las amigas 
auras encomendándose animosa, 

Silva a la Agricultura de la zona Tórrida  González Xavier 

Enjámbrase el taller, hierve el cortijo, 
y no basta la hoz a las espigas. 
¡Oh jóvenes naciones, que ceñida 
alzáis sobre el atónito occidente 
de tempranos laureles la cabeza! 
Honrad el campo, honrad la simple vida 
del labrador, y su frugal llaneza. 
Así tendrán en vos perpetuamente 
la libertad morada, 
y freno la ambición, y la ley templo. 
Las gentes a la senda 
de la inmortalidad, ardua y fragosa, 
se animarán, citando vuestro ejemplo. 
Lo emulará celosa 
vuestra posteridad; y nuevos nombres 
añadiendo la fama 
a los que ahora aclama, 
«hijos son éstos, hijos, 
(pregonará a los hombres) 
de los que vencedores superaron 
de los Andes la cima; 
de los que en Boyacá, los que en la arena 
de Maipo, y en Junín, y en la campaña 
gloriosa de Apurima, 
postrar supieron al león de España»

Alocución a la Poesía  Delgado Juan
Divina poesía,
tú, de la soledad habitadora,
a consultar tus cantos enseñada
con el silencio de la selva umbría;
tú, a quien la verde gruta fue morada,
y el eco de los montes compañía;
tiempo es que dejes ya la culta Europa,
que tu nativa rustiquez desama,
y dirijas el vuelo adonde te abre
el mundo de Colón su grande escena.
También propicio allí respeta el cielo
la simple verde rama
con que al valor coronas;
también allí la florecida vega,
el bosque enmarañado, el sesgo río,
colores mil a tus pinceles brinda;
y céfiro revuelto entre las rosas;
y fúlgidas estrellas
tachonan la carroza de la noche;
y el Rey del cielo, entre cortinas bellas
de nacaradas nubes, se levanta,
y la avecilla en no aprendidos tonos
con dulce pico endechas de amor canta.

Alocución a la Poesía  Romero Leonardo

¿Qué a ti, silvestre ninfa, son las pompas
de dorados alcázares reales?
¿A tributar también irás con ellos,
en medio de la turba cortesana,
el torpe incienso de servil lisonja?
No tal te vieron tus más bellos días
cuando en la infancia de la gente humana,
maestra de los pueblos y los reyes,
cantaste al mundo las primeras leyes.

No te detenga, ¡oh diosa!,
esta región de luz y de miseria,
en donde tu ambiciosa
rival Filosofía,
que la virtud a cálculo somete,
de los mortales te ha usurpado el culto;
Donde la coronada hidra amenaza
traer de nuevo al pensamiento esclavo
la antigua noche de barbarie y crimen;
donde la libertad, vano delirio,
fe la servilidad, grandeza el fasto,
la corrupción cultura se apellida:
Descuelga de la encina carcomida
tu dulce lira de oro, con que un tiempo
los prados y las flores, el susurro
de la floresta opaca, el apacible
murmurar del arroyo transparente,

Silva a la Agricultura de la zona Tórrida  Gómez Yenilexi


¡Salve, fecunda zona, 
que al sol enamorado circunscribes 
el vago curso, y cuanto ser se anima 
en cada vario clima, 
acariciada de su luz, concibes! 
Tú tejes al verano su guirnalda 
de granadas espigas; tú la uva 
das a la hirviente cuba; 
no de purpúrea fruta, o roja, o gualda, 
a tus florestas bellas 
falta matiz alguno; y bebe en ellas 
aromas mil el viento; 
y greyes van sin cuento 
paciendo tu verdura, desde el llano 
que tiene por lindero el horizonte, 
hasta el erguido monte, 
de inaccesible nieve siempre cano. 
Tú das la caña hermosa, 
de do la miel se acendra, 
por quien desdeña el mundo los panales; 
tú en urnas de coral cuajas la almendra 
que en la espumante jícara rebosa; 
bulle carmín viviente en tus nopales, 
que afrenta fuera al múrice de Tiro; 
y de tu añil la tinta generosa 
émula es de la lumbre del zafiro.


 Silva a la Agricultura de la zona Tórrida  Albarracín Jhony

El vino es tuyo, que la herida agave 
para los hijos vierte 
del Anahuac feliz; y la hoja es tuya, 
que, cuando de suave 
humo en espiras vagorosas huya, 
solazará el fastidio al ocio inerte. 
Tú vistes de jazmines 
el arbusto sabeo , 
y el perfume le das, que en los festines 
la fiebre insana templará a Lico. 
Para tus hijos la procera palma 
su vario feudo cría, 
y el ananás sazona su ambrosía; 
su blanco pan la yuca ; 
Y el algodón despliega al aura leve 
las rosas de oro y el vellón de nieve. 
Tendida para ti la fresca parcha 
en enramadas de verdor lozano, 
cuelga de sus sarmientos trepadores 
nectáreos globos y franjadas flores; 
y para ti el maíz, jefe altanero 
de la espigada tribu, hincha su grano; 
y para ti el banano 
desmaya al peso de su dulce carga; 
el banano, primero 
de cuantos concedió bellos presentes 

 Silva a la Agricultura de la zona Tórrida  Hernández Yohalis
Providencia a las gentes 
del ecuador feliz con mano larga. 
No ya de humanas artes obligado 
el premio rinde opimo; 
no es a la podadera, no al arado 
deudor de su racimo; 
escasa industria bástale, cual puede 
hurtar a sus fatigas mano esclava; 
crece veloz, y cuando exhausto acaba, 
adulta prole en torno le sucede.


Mas ¡oh! ¡Si cual no cede 
el tuyo, fértil zona, a suelo alguno, 
y como de natura esmero ha sido, 
de tu indolente habitador lo fuera! 
¡Oh! ¡Si al falaz ruido, 
la dicha al fin supiese verdadera 
anteponer, que del umbral le llama 
del labrador sencillo, 
lejos del necio y vano 
fasto, el mentido brillo, 
el ocio pestilente ciudadano! 
¿Por qué ilusión funesta 
aquellos que fortuna hizo señores 
de tan dichosa tierra y pingüe y varia, 
el cuidado abandonan 
y a la fe mercenaria 
las patrias heredades, 
y en el ciego tumulto se aprisionan 
de míseras ciudades, 



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