“Un hombre llamado Akarapichaimá acechaba al pie de un árbol a Waromá, la gran rana, que estaba en la copa. “Si me atrapa Akarapichaimá –dijo la rana- lo arrojo al mar’. El hombre la cogió, pero Waromá, asiéndolo, lo lanzó al mar y nadó con él hacia una isla donde lo abandonó.
Lo dejó debajo de un árbol. Allí vivía un zamuro que lo llenó de estiércol mientras dormía.
En la isla hacía frio y el hombre tiritaba.
Kaiwonó, el lucero de la mañana, lo halló cubierto de estiércol de zamuro y fétido. ‘Llévame al cielo’, rogó el hombre al lucero. Y éste contestó: ‘No te puedo subir. No me has dado nada todavía. En cambio al sol le has dado siempre tortas de casabe’.
Entonces vino Kapui, la luna. Akarapichaimá rogó a Kapui que lo llevase a su morada, pero tampoco ésta quiso llevárselo porque él había dado al sol muchas tortas de casabe y a ella nada. Akarapichaimá le pidió entonces fuego, pues se atería. Pero tampoco eso le concedió la luna. Y cada vez más lo estercolaba al zamuro.
Vino entonces Weí, el sol.
Fue una dicha para él, pues a éste había dado muchas tortas de casabe.
El sol lo metió en su canoa. Hízole bañar y recortar los cabellos por sus hijas. Lo hizo remozar completamente. Weí quería tenerlo por yerno.
Dudó Akarapichaimá que Weí fuese el sol y le rogó que llamara a éste para calentarse. Era muy temprano y aún el sol no tenía fuerza, por eso Akarapichaimá había dudado.
Weí se puso su tocado de plumas de loro. Akarapichaimá fue de espaldas a sentarse en la canoa. Weí le dijo: ‘Voltéate’. Cuando él se volvió, Weí se puso sobre el tocado de plumas un sombrero de plata y le colocó orejeras de élitros de escarabajo. Con esto se recalentó (porque el día había subido).
Weí dio así calor al hombre, pero éste sufrió entonces del bochorno.
Weí le condujo consigo, aún más lejos hacia arriba, y le dio vestidos. Akarapichaimá no sufrió más el calor.
Weí quiso hacerlo su yerno. Le dijo: ‘Te casarás con una de mis hijas, pero no te dejes seducir por ninguna otra mujer’, y se detuvo en una maloca y saltó con sus hijas a tierra y entró en la casa. Ordenó a Akarapichaimá no abandonar la canoa y no enamorarse de otra mujer.
Akarapichaimá sin embargo saltó a tierra. Allí le encontraron unas mozas, hijas del zamuro, a quienes halló muy lindas y se enamoró de ellas. Weí y sus hijas no supieron eso, pues se habían ido de la casa. Cuando regresaron a la canoa, lo encontraron retozando en medio de las hijas del zamuro.
Las hijas del sol lo regañaron. Después Weí, enojado, le dijo: ‘Si hubieras seguido mi consejo y te hubieras casado con una de mis hijas, hubieras quedado como yo, siempre joven y bello. Ahora quedarás joven y bello sólo por un tiempo, y de resto, viejo y feo’.
Al otro día, temprano, partió Weí con sus hijas y desentendióse de Akarapichaimá mientras dormía.
Cuando éste despertó, se halló en medio de los zamuros, viejo y feo, tal cual lo había dicho Weí.
Las hijas del sol se dispersaron, y ahora alumbran el camino de los muertos.
Akarapichaimá casó con una hija del zamuro, y se hizo a su vida.
Fue nuestro antepasado, el padre de todos los indios.
Por eso vivimos ahora así, jóvenes y hermosos por poco tiempo, y luego viejos y feos”
fuente: letrasllanerasblogspot.com.
de masiado corto nolo creo porfabor den me al go mejor:{
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