miércoles, 5 de noviembre de 2014

Paginas de la historia de Colombia y Venezuela




Nacido un año después que Venezuela dio su grito de independencia, criado en medio de los furores de la guerra a muerte y al ruido de sus combates y victorias, crecido entre las tempestades civiles que precedieron a su organización definitiva y a su breve edad de oro, pertenezco a todas sus épocas por algún punto, conozco sus hombres y las pasiones o intereses que los movieron, los acontecimientos, su enlace y causas; y voy a escribir sobre ellos.
La época es oportuna. Están para desaparecer los últimos actores del variado drama de nuestra independencia. Con la pluma en la mano hay quienes les sirvan, transcribiendo oficiosamente al papel con sus propias palabras, el concepto en que quieren vivir en la posteridad. Jueces, no cómplices, nosotros recogeremos también de sus labios, aun cuando mientan, el espíritu de su tiempo, la índole de su patriotismo, el secreto de sus sentimientos e ideas, forzándoles a dar testimonio de su ambición y crímenes, mientras hablan de sus sacrificios y virtudes. Esos hechos desconocidos, esas revelaciones que, después de años y tras un triunfo inesperado, viene a contradecir las tradiciones populares y la verdad auténtica, sólo sirven para señalar al historiador la herida que procuran ocultar.

Al describir los varios destinos de Venezuela, no es nuestro ánimo añadir una historia más a las que se han acuñado al servicio de los partidos, alterando los hechos por pasión o circunspección política y falsificando el color general de los sucesos y costumbres. Esperamos más bien que nuestro respeto a la posteridad para quien se escribe la historia y el amor a la justicia, nos libren de toda debilidad, aun en favor de los que han muerto con las armas en la mano por la causa que seguimos. Engañar, suponiendo, ocultando o mintiendo, nos ha parecido siempre indigno de un escritor. ¡Cuánto más de quien aspira a dar lecciones al mundo de independencia e imparcialidad! Por todas partes oímos a Cicerón que nos dice: ut ne quid falsi dicere audeat, ne quid veri non audeat.

Pero esta justicia, esta imparcialidad que debemos a todas las opiniones y partidos, es la benevolencia general del hombre que conoce al hombre, una equidad discreta y reflexiva, no la indiferencia entre la virtud y el vicio, ni el sacrificio de los principios, ni menos el silencio de nuestras ideas y opiniones. No seremos alternativamente del partido de César o de Pompeyo, y es harto cierto que esta propensión de nuestro espíritu, fija e invariable, se representará pro defectos en nuestros escritos. Cuando la historia convencional de una época legue a otra manchada con la calumnia, la fama pura de un guerrero, que murió en defensa de su país, o de un ministro que expiró consumido por la ansiedad devoradora de la política, nosotros nos proponemos, por el estudio exacto de su carácter y de sus hechos, vindicar la memoria de sus hombres proscritos y consagrar al respeto público su sangre y sus vigilias. Está bien que la envidia los haya perseguido vivos; la historia está ahí para honrar sus nombres. Los tiranos y los detractores tienen, para consolarse de la verdad póstuma, los homenajes en vida de sus esbirros o las recompensas de sus amos: son las víctimas las que necesitan del tributo tardío de la justicia, la humana decimos, hija de la verdad y emanación del cielo.

Ardua, empero, y difícil es la empresa. Escribir bien es por sí solo una tarea llena de dificultades. ¿Qué será acomodar el estilo a las diferentes épocas y caracteres, y animar lo que ha pasado y muerto, sin disfrazar ni alterar los nombres, los sucesos ni las pasiones? ¡Cuánto trabajo, estudio, constancia, meditación para alcanzar un estilo varonil y grave, el arte de narrar con fuerza, interés y gracia, bajo el influjo de una idea abstracta, poderosa y de un pensamiento generador y severo¡ Los acontecimientos guardados están en los archivos públicos o en la memoria de los hombres; allí los guerreros con su ambición, los pueblos con su complicidad, los sacerdotes con su entusiasmo, los tiranos con sus víctimas, las víctimas con su paciencia. Es por la reflexión que se reviven esos tiempos, y esos hombres; y es el talento quien puede hallar únicamente su fisonomía y la imaginación quien únicamente puede pintarla.

Peña Hurtado, R. (1994). Lengua y literatura. Caracas: Distribuidora Escolar.


Ut ne quid falsi, dicere audeat, ne quid veri non audeat - La verdad siempre es falsa, no existe la verdad absoluta (La verdad siempre es manipulable

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