miércoles, 29 de abril de 2015

Fragmento del MIO CID.


El Cid besa al rey la mano y luego se levantó: 
"Mucho que os agradezco, como a mi rey y señor,
 que por amor hacia mí a cortes llamarais vos. 
He aquí lo que pido a los infantes de Carrión: 
porque a mis hijas dejaron no siento yo deshonor,
 el rey verá lo que hace, que es el rey quien las casó;
 pero al llevárselas ellos de Valencia la mayor,
 como quería a mis yernos con alma y con corazón
 les di Colada y Tizona, mis espadas, esas dos 
espadas que yo gané como las gana un varón, 
porque con ellas se honrasen y os sirviesen a vos.
 A mis hijas las dejaron en el robledal; si no querían
 ya de lo mío y si perdieron mi amor, 
que me vuelvan las espadas, que yernos míos no son.
 Dicen entonces los jueces: "Está muy puesto en razón".
 Dijo el conde don García: "Démosle contestación".
 A hablar fueron en secreto los infantes de Carrión 
con sus parientes y el bando que allí les acompañó. 
A toda prisa lo tratan, deciden ya una razón: 
"Por sus hijas no nos pide cuentas el Campeador, 
lo tenemos que tomar esto como gran favor.
 Si ahí acaba su demanda podemos darle las dos espadas; 
cuando las tenga se irá 
de la corte y no tendrá 
ya ningún derecho ese Cid Campeador". 
Esto dicho, todo el bando a la corte se volvió: 
"Merced, merced, rey Alfonso, vos que sois nuestro señor, 
no lo podemos negar, sus dos espadas nos dio; 
ya que tanto las desea y pide el Campeador 
devolvérselas queremos estando delante vos".
 Allí Colada y Tizona sacaron los de Carrión, 
las dos espadas entregan en manos de su señor, 
al desenvainarlas todo en la corte relumbró, 
los pomos y gavilanes de oro purísimo son.
 A todos los hombres buenos maravilla les causó.
 El rey llama a Mío Cid y ambas espadas le dio,
 las toma el Campeador y la mano al rey besó,
 luego se vuelve al escaño de donde se levantó. 
En las manos las tenía, mirándolas se quedo, 
bien las conoce, no pueden cambiarlas por otras, no.
 Todo el cuerpo se le alegra, sonríe de corazón.
 Entonces alza la mano, la barba se acarició: 
"Yo juro por estas barbas, éstas que nadie mesó, 
que os iremos vengando, doña Elvira y doña Sol"...

Entonces se puso en pie Mío Cid Campeador. 
"Gracias al Señor del cielo y gracias a vos, señor,
 en esto de las espadas ya estoy satisfecho yo
, pero otra queja me queda contra infantes de Carrión.
 Cuando a mis hijas sacaron de Valencia la mayor,
 en oro y plata entregué tres mil marcos a los dos; 
esa acción me la pagaron ellos con su mala acción,
 devuélvanme mis dineros, que ya mis yernos no son". 
¡Dios, y como se quejaron los infantes de Carrión!
 Dijo el conde don Ramón: "Contestad que sí o que no". 
Entonces así responden los infantes de Carrión:
 "Ya le dimos sus espadas a Mío Cid Campeador,
 para que más no pidiese; su demanda ya acabó".
 Ahora oiréis lo que contesta ese conde don Ramón:
 "Fallamos, si así le place a nuestro rey y señor, 
que a la demanda del Cid debéis dar satisfacción".
 Dijo entonces don Alfonso: "Así lo confirmo yo". 
Allí vuelve a levantarse Mío Cid Campeador: 
"De todo el dinero aquel que os he entregado yo,
 decid si lo devolvéis o dadme de ello razón". 
A hablar aparte se fueron los infantes de Carrión, 
pero no encuentran escape, que muchos dineros son, 
y se los gastaron todos los infantes de Carrión. 
Ya se vuelven a la corte y dicen está razón: 
"Mucho nos está apremiado el que Valencia ganó; 
ya que tiene tanto empeño del dinero que nos dio 
le pagaremos en tierras del condado de Carrión". 
Dicen entonces los jueces, al oír esta confesión: 
"Si así lo quisiere el Cid, no le diremos no,
 pero en nuestro parecer tenemos por muy mejor 
que aquí mismo su dinero volváis al Campeador".
 Al oír estas palabras el rey don Alfonso habló: 
"Muy bien sabemos nosotros lo que toca a esta razón
 y cosa justa demanda Mío Cid Campeador.

 POR FAVOR LÉANLO ANTES DE LA CLASE

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