lunes, 7 de abril de 2014


El Bambú



Cuentan    los Yanomamis que en el principio de los tiempos, vivían en la montaña  Kudi-Huha dos pájaros enormes de pico curvo y afilado, ojos saltones y ensangrentados y garras enormes.
Los llamaban Dinoshi, eran el terror de los habitantes del Amazonas. Las arpías con sus afiladas garras apresaron a hombres, mujeres y niños. En ese tiempo el hombre vivía siempre en peligro y se escondía detrás de matorrales o de profundas cuevas. A pesar de que salieron muchas veces a matarlos, no pudieron con ellos, pues los Dinoshi estaban protegidos por una coraza de hierro que hacía rebotar las flechas y las lanzas más afiladas. Los hombres tenían mucho miedo a los Dinoshi, no cultivaban sus conucos y pasaban hambre, pero, no todo estaba perdido, pues, vivía entre los Yanomami un hombre sabio: Kudene, que decidió salvar a su pueblo. Llamó al gallito Trompetero y le dijo:
-Vete sin ser visto a la montaña Kudi-Huha, guarida de los Dinoshi y vigílalos. Mira bien si la coraza que los protege rodea todo su cuerpo
El gallito salió hasta la guarida de las arpías y se escondió debajo de unos matorrales. Estuvo escondido mucho tiempo observando a las terribles aves. Cuando ellas dormían, se les acercaba sin hacer ruido y las miraba. Regresó muy contento de su descubrimiento y le contó a Kudene:
-¡Los Dinoshi no tienen coraza por arriba, solo en el pecho!
- Bien, ahora espérame…, vamos a librar a nuestro pueblo de estos sanguinarios animales. Kudene preparó un menjurje hecho de plantas, lo cocinó y con él untó dos flechas, las puntas quedaron negras, era el primer curare, luego, se las dio al Gallito Trompetero:
-Lanza estas dos flechas al lomo de las terribles bestias y verás los resultados…, en adelante, nuestro pueblo podrá vivir en paz y cultivar la tierra. El Gallito se alejó con su arco y las dos flechas envenenadas con curare.
Espero pacientemente a que los Dinoshi se pasaran sobre unas rocas en la cima de la montaña y lanzó una flecha al primer Dinoshi. De inmediato lanzó la otra y se escondió. Las bestias heridas lanzaron gritos de dolor y se elevaron en círculo; dieron vueltas y vueltas alrededor de las montañas.
Mientras tanto, se les iban desprendiendo las plumas, que al caer en la falda de las montañas, se clavaron en la tierra. De inmediato las plumas se transformaron en bambú o cañas de kurata que crecían airosas hacia el cielo. Las aves se deshicieron en el aire sobre la montaña Mara Waka. Los huesos cayeron y se clavaron en toda la montaña, se transformaron en caña de bambú o kurata, todo se cubrió con ellas.
Desde entonces, el pueblo Yanomami hace sus cerbatanas de la caña o kurata o bambú
Tanto las plumas de los Dinoshi como los huesos cayeron en la tierra Yanomami, allí crecen silvestres y derechas. Cuando otros pueblos quieren caña kurata para hacer cerbatanas, se les pide a los Yanomami y les dan a cambio otras cosas. La cumbre de MaraWaka, llamada por los aborígenes Tahashino es la montaña donde crece más bambú.
Solo los indígenas conocen el camino hacia la cumbre. Cuando van a cortar bambú para hacer cerbatanas piden permiso a su dueño, muy respetuosos dicen:
-Kuhuakadi, venimos a pedirte bambú. Luego, en señal de respeto, cantan bajito y clavan estacas en la tierra, así desde el principio de los tiempos invocan al dueño de la caña kurata, Kahuakadi y consiguen hacer sus cerbatanas.


Fuente: ROBLES DE MORA, Lolita . (1998) Leyendas y Mitos de Venezuela. 1era   Edición .Editorial Monfort

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