Después del diluvio, había una sola casa
en esta tierra y allí vivían los yanomamis. Uno de ellos era Peribo, quien
tenía como esposa a una muchachita de nombre Xidikariyoma. Ésta, como no quería
a su esposo, trataba continuamente de huir y ocultarse. Pero, bien pronto
Peribo la encontraba, la arrastraba por el suelo y le pisaba la cabeza.
El padre de la niña se llamaba Suninima.
Un día Peribo salió lejos de cacería y la niña aprovechó la oportunidad para
escapar. Al regresar el marido, como no la vio, se inquietó y fue a buscarla en
la selva. Al hallarla, como ya en otras ocasiones, la tiró al suelo, pero esta
vez con tanta violencia que la mató.
Entonces, con un gancho le extrajo los
intestinos, los envolvió en unas hojas y se los llevó a la casa. Allá los
cocinó en una olla y se tomó el grasoso caldo. Harto de caldo y lleno de rabia1 por lo sucedido, se echó a dormir
bajo el sol implacable. El sol le calentó tanto la cabeza, que ésta comenzó a
crecer, hinchándose pavorosamente.
Cuando ya atardecía, Peribo se despertó,
sobresaltado, y comenzó a dar vueltas sobre sí mismo, como si fuera un
remolino, y luego comenzó a subir, subir y subir por los aires... El hermanito
de la pobre Xidikariyoma vio a Peribo que estaba subiendo al cielo y dio la
alarma. Acudieron enseguida los indios, blandiendo arcos y flechas; apuntaron y
dispararon con sus dardos, pero nadie podía alcanzarlo porque volaba ya muy
alto.
Finalmente, llegó, Suninima, cogió una
flecha con punta de bambú, apuntó bien y disparó con fuerza. La flecha alcanzó
a Peribo y lo hirió en la cadera. Desde la herida comenzó a manar sangre. Cada
gota de sangre que caía sobre la tierra era un nuevo yanomami que nacía.
Los yanomamis antiguos, aterrados por este
hecho y viendo que los nuevos hijos de Peribo se multiplicaban, huyeron a la
selva y allí se transformaron en animales: monos, cachicamos, dantas, báquiros,
cunaguaros y muchos otros. Es por eso que ahora los animales tienen miedo y
huyen cuando ven a los hijos de Peribo que los quieren cazar.
Peribo, completamente desangrado,
permaneció allá arriba, resplandeciendo durante la noche con su pálida
cabezota. Así Peribo quedó transformado en luna.
Y las estrellas que brillan en el cielo,
¿qué son? Son los ojos de Xidikariyoma y de las demás primeras mujeres
yanomamis.
La obra de Peribo no estaba concluida. En
la tierra, de las gotas de sangre de Peribo habían nacido solamente hombres;
mujeres no había, puesto que ellas también habían huido a la selva y se habían
transformado en animales. Las cosas no podían seguir y ni siquiera... comenzar
así.
Vivía entonces un yanomami de muy buenas
costumbres, cuyo nombre era Xapokoromi. Irritado éste por la mala conducta de
sus hermanos, los abandonó y se fue a vivir lejos, en una casa que se fabricó
en la copa de un árbol.
Con todo, aun allí llegó Awamón un día
para visitarlo y tentarlo. Xapokoromi, sumamente enojado, se hizo un corte en
la pantorrilla de una pierna. La pantorrilla de inmediato se hinchó enormemente
y de la herida saltó afuera la primera mujer, que, por ser hija suya, se llamó
Xapokoriyoma. Después de ésta, nacieron otras dos mujeres.
Las tres hijas de Xapokoromi se casaron
con los hijos de Peribo y así tuvo origen la gran familia de los actuales
yanomamis.
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