martes, 1 de noviembre de 2016

Kumarwa, el Curare cuento Pemon semestre 3-4

—Dime, U-chiti-koko, dime, Oh Abuelita mía, ¿Dónde está mi mamá?
—U-Mu... tú lo sabes, Oh Hijo mío... está en el Konuko, se fue a buscar Kanari y Kesera, Yuca de cocinar y Yuca del pan de Kasabe y Yuca de la cerveza Kachiri, Aveku la yuca dulce y May, la amarga.
—Dime Koko y los Pemón y los Hombres, ¿adónde se fueron?
—Tú lo sabes Oh Hijo mío... se fueron a cazar o a pescar...
—¿Se fueron con Kurak-Titiipan?
—Sí, claro... con Kurak-Titiipan la Cerbatana-Silenciosa, para traernos Maruk la Gallinita de monte...
—¿Y se llevaron flechas con Kumarwa?
—¡Pero claro que sí, Hijo, con curare... Pero anda a jugar con tu hermanita, tengo que terminar esta cesta para tu padre, los peces pronto van a remontar el río. ¡Deja a tu vieja Koko, ella puede todavía trabajar!
—U-koko, Oh Abuela mía, ¿Es verdad que fueron los pájaros quienes trajeron el curare a los hombres?
—Sí u-Mu, sí Hijo mío, tú ya lo sabes, ya te conté la historia de Mochima-la-Harpía y de Ayiten-el-Pájaro-Carpintero que quiso morir por los Hombres...
—¡Kamake, kamake, u-chiti-koko, cuénta, cuéntalo otra vez, Oh Abuelita mía!
—Bueno pues...
—Muere-daktay, en ese tiempo, los Hombres y los animales hablaban y trabajaban juntos, pero ya no podían casarse... Muere-daktay, en ese tiempo, Mochima-el-Águila-Harpía arrasaba con toda la selva. Iba en los nidos, le caía encima a los pueblos, reventaba los huevos de los pájaros, reventaba los ojos de los Hombres, ¡chirik, chirik, chirik!
Nosotros los Indios, nosotros los Hombres, estábamos muy tristes. Los Pájaros, amigos nuestros en ese tiempo, estaban también muy tristes. Los Hombres ya no podían cazar y se morían de hambre, los Pájaros ya no tenían hijitos... La vida de la selva era muy dura por culpa de Mochima-el-Águila-Harpía.
Un día, los Hombres y los Pájaros estaban juntos trabajando en la construcción de una nueva Tapuy.
Kurachire el ruiseñor de la selva cantaba. Hacía bastante tiempo que Mochima no había pasado por allí. Ayiten-el-Carpintero traía las lianas de los árboles, los otros pájaros buscaban las palmas del techo. Todo el mundo trabajaba hablando, es decir cantando. Maruk-la-Gallina, que no sabe volar ni cantar, miraba a todo el mundo y de vez en cuando, se iba a la selva a buscar piñas salvajes para la sed de los Hombres.
Pero Mochima llegó. Y Mochima lo destrozó todo. Y Mochima-el-Águila-Harpía, sacó los ojos al hombre que amarraba las palmas en lo alto del techo de la Tapuy.
Entonces todo el mundo lloraba. Hombres y Pájaros juntos.
Entonces Maruk que no sabe cantar, se puso a hablar.
Hay que matar a Mochima, es demasiado mala con los Hombres y los Pájaros, dijo ella. Pero Hombres y Pájaros se pusieron a gemir...
¡Oh Maruk, es imposible. Kurak-Titiipan, la Cerbatana-Silenciosa tiene las flechas tan débiles y el cuero de Mochima es tan duro!
Pero Maruk-la-Gallina seguía con su idea.
Yo conozco un árbol. Cuando me paseo cerca de él, me da ganas de dormir para siempre. La sangre de este árbol da ganas de dormir para siempre. Vamos a hablar con él, dijo ella.
Todos los Pájaros y todos los Hombres se pusieron en fila detrás de Maruk y caminaron, sen sen sen, son son son, caminaron, caminaron hasta el Árbol-que-hace-dormir-para-siempre.
Pero cuando Maruk se paró, todo el mundo se paró también. Veían muy bien el Árbol, pero ninguno quería acercarse para hablarle.
Nadie deseaba dormir para siempre.
Fue Ayiten quién se decidió.
Voló hasta el Árbol. Y como un pájaro-carpintero cuando encuentra un árbol siempre lo picotea, picoteó El-Árbol-que-hace-dormir-para-siempre.
¡Aytuuu!
Se cayó para atrás. Pero Wandanwan-el-Comején, que come madera como el pájaro carpintero, le hizo un remedio con Kavay-el-Tabaco y Ayiten pudo levantarse. Pero enseguida quiso ensayar de nuevo. Voló hasta el árbol y ¡Aytuuu! Se cayó otra vez. Pero como los comejenes lo querían, volvieron a darle el gusto de vivir.
Los Pájaros y los Indios sabían ahora que la sangre de ese Árbol hacía realmente dormir para siempre.
Entonces, con totumitas, ayudados por los comejenes que no temían al Árbol, se llevaron la sangre negra del Árbol-que-hace-dormir-para-siempre.

Cuando Mochima volvió, estaba esperando. Y como los pájaros tenían miedo de mojarse los picos con la sangre del Árbol, los Hombres la pusieron en las flechas de las cerbatanas.

Cuando Mochima recibió la primera flecha, se puso a reír. Se burlaba de los Hombres y de los Pájaros... Pero, ¡Aytuuu! Dejó de reír. No veía más nada, sus alas estaban tiesas, el frío le agarraba el corazón.
Se durmió para siempre.
—¿Etikasak, Koko?
—Ina, etikasak, Mochima-el-Águila-Harpía había muerto. Y los Hombres y los Pájaros eran por fin libres.
—Dime, Abuela, ¿Cómo es? ¿Cómo se llama el-Árbol-que-hace-dormir-para-siempre?
—¡U-Mu! ¡Wapute! ¡Es un secreto, Hijo mío! Es asunto del Piache, secreto del Brujo. Un secreto terrible. Sólo para los Piaches. ¡Hombres malos podrían tener ganas de hacerse Kuadu-la-Guerra con Kumarwa-el-Curare! ¡Pemonton-Etikasak! ¡Sería la Muerte-de-los-Hombres!

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